¿Deberíamos
abrir todas las fronteras?
Buenas:
Hoy vengo con un arranque tan maniqueo y
demagógico que si se presentara a las elecciones conseguiría al menos 40
escaños: ¿por qué Ferrovial puede largarse a Países Bajos a pagar menos
impuestos, pero en el mar Mediterráneo han muerto 65 personas que
solo querían venir a Europa a trabajar?
Sí, ya lo sé. Lo que hace Ferrovial es
legal, pero lo que hacen los migrantes no tanto. Aun así, estamos en las
mismas: ¿por qué es más fácil que una empresa se mude a otro país a que lo haga
una persona? Es verdad que las empresas (se supone) traen dinero y empleo, pero
son muchos los economistas (y filósofos) que defienden que los inmigrantes,
también.
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EL CLÁSICO
TUITERO: Vaya, vaya, vaya… Ya estamos con el clásico izquierdismo bienpensante.
¿Y dónde vas a meter a toda esa gente? ¿En tu casa? ¿Verdad que no los vas a
meter en tu casa? Si tanto te gustan los inmigrantes, mételos en tu casa.
No, no los voy a meter en mi casa. Pero
creo que entre dejarlos morir en el Mediterráneo y que yo adopte a todos los
emigrantes que llegan a España me imagino que hay un punto medio. Lo que sí es
cierto es que hay un debate entre los defensores del derecho que tienen los
Estados para decidir las normas de inmigración que consideren necesarias y
oportunas, y los defensores del derecho que tenemos todos a salir adelante como
podamos, que más que un derecho es una necesidad.
Por ejemplo y desde posiciones
izquierdistas, el filósofo estadounidense Michael Walzer defiende que la
inmigración puede poner en riesgo la identidad cultural de un país y que además
puede hacer que este país lo tenga más difícil para proporcionar servicios a
sus ciudadanos como la educación o la sanidad.
EL CLÁSICO
TUITERO: Pues igual hay que hacer caso a Walzer. ¿Quién va a pagar la factura
de los hospitales y los colegios cuando se llenen de gente? ¿La vas a pagar tú?
No. Pero tampoco parece cierto que los
inmigrantes traigan solo dificultades económicas y retos culturales. La libre
circulación de personas tiene un defensor sorprendente en Ludwig von Mises, unos
de los principales representantes del liberalismo clásico de la escuela
austriaca. No es sorprendente por lo que dice, que es muy coherente con el
resto de sus ideas, sino porque los políticos que se definen como liberales
suelen hacer caso omiso de algunos de sus ideas sobre la migración.
En Liberalismo, libro
publicado en 1927, Von Mises escribe a favor (entre otras cosas) de la libre
circulación del capital, de las empresas y, también, de las personas: “Los
liberales defendemos que cada persona tiene el derecho a vivir donde quiera”. A
él le parecería estupendo lo de Ferrovial, pero también defendería el derecho
de cualquier ciudadano a instalarse donde le pareciera mejor.
Cuando él escribía, los emigrantes
peligrosos eran los europeos, que querían trabajar en Estados Unidos y
Australia, países en pleno crecimiento. Las políticas proteccionistas de estos
dos Estados lo impedían, por miedo a que un exceso de mano de obra significara
menos trabajos y sueldos más bajos, además de por un temor a que se diluyera la
cultura anglosajona por culpa de un exceso de (el ejemplo es suyo) alemanes.
Aunque Mises reconoce que estos temores pueden parecer razonables, en su
opinión el proteccionismo significa menos competencia, menos productividad y,
en consecuencia, menos riqueza para todos.
EL CLÁSICO TUITERO: Bueno, pero Von Mises escribía hace casi cien años. ¿Estaríamos mejor con fronteras abiertas o se trata de otro mantra de la progresía?
Unos cuantos estudios recientes sugieren
que sí. En Doing Good Better, el
filósofo William MacAskill (el del largoplacismo) cita un trabajo que
sostiene que el PIB mundial crecería un 50% (o más) si
todos los países abrieran sus fronteras.
No es tan extraño: el 85% de las
diferencias en sueldo en el mundo se deben, sobre todo, a dónde vivamos. Por
poner un ejemplo extremo: cuando un nigeriano se muda a Estados Unidos, sus
ingresos crecen de media un 1.000%. La libertad de movimientos beneficiaría no
solo a los emigrantes, sino también a los ciudadanos que se quedan en sus
países, porque los emigrados envían parte de sus ganancias a sus familias.
Además, estos emigrantes a menudo regresan a sus países, trayendo no solo
ahorros, sino también conocimiento y experiencia.
Hay críticos que sostienen que todo este
crecimiento global sería a costa de los países actualmente desarrollados. Sin
embargo y según un estudio de la organización GiveWell,
la inmigración o no afectaría o sería parcialmente beneficiosa para los países
que la reciben. MacAskill cita otro trabajo más pesimista que sostiene que
cuando el número de inmigrantes crece un 10%, la población del país que los
recibe ve recortados sus ingresos un 1%, sin que el desempleo aumente (al fin y
al cabo, los inmigrantes acceden a los trabajos que nosotros no queremos
hacer).
EL CLÁSICO
TUITERO: Y si es tan fácil y tan beneficioso, ¿por qué no están todos los
países abriendo ya sus fronteras? Porque hacer estudios es muy fácil, pero a la
hora de la verdad...
Hay muchos motivos —incluyendo el hecho de
que no todo el mundo está de acuerdo con los resultados de esos estudios—, pero
hay dos que tienen especial peso:
- Una medida así no sería nada
popular a corto o incluso medio plazo. Hoy en día, si un partido se
presenta a las elecciones prometiendo fronteras abiertas (o más abiertas)
lo va a tener difícil para conseguir los votos de gran parte de la
población.
- Además estaríamos ante un
escenario casi de dilema del prisionero, formulado por primera vez por los
matemáticos Merrill Flood y Melvin Dresher en los años 50.
Recordémoslo:
Dos hombres han sido acusados de un
crimen. Ambos saben que si cierran la boca, saldrán libres en un año, ya que no
hay pruebas suficientes. La policía los separa para interrogarlos y a cada uno
de ellos les hace la misma propuesta. Si testifica contra su compañero, él
quedará libre y a su cómplice le caerán tres años de cárcel. Si el que
testifica es su compañero, será el otro quien se libre. Hay una trampa: si los
dos inculpan a su compinche, ambos pasarán dos años en la cárcel.
El mejor resultado para ambos es callarse,
pero por temor a que el otro les inculpe, es probable que acaben testificando.
Es decir: abrir las fronteras es lo más beneficioso para todos los países, si
todos los países lo hacen más o menos a la vez. Pero si solo lo hacen uno o
dos, es posible que se encuentren con una carga difícil de soportar que además
daría motivos de sospecha a quienes duden de estos estudios que citábamos.
Sí hay ayudas que se pueden poner en
marcha ya, incluyendo un incremento de la cooperación internacional. Por no
hablar de una propuesta que probablemente provocaría un amago de infarto a Von
Mises, pero que me parece muy interesante: Gillian Brock propone en Ethics in the Contemporary World un
sistema de redistribución de la riqueza mediante un impuesto global, que
(obviamente) no puede quedar en manos de Gobiernos y Estados corruptos.
El objetivo: que emigre quien quiera y no quien no tenga más remedio que hacerlo.
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BOLETÍN DE EL PAÍS: "FILOSOFÍA inútil" ... Miércoles, 1 de marzo de 2023
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