lunes, 12 de noviembre de 2007

EL ETERNO RETORNO

—Amigo mío –susurró-, yo no puedo decirle cómo vivir de manera diferente porque, si lo hiciera, usted seguiría viviendo según el designio de otro. Pero hay algo que sí puedo hacer, Josef. Puedo hacerle un obsequio de mi pensamiento más poderoso, la esencia de mi pensamiento. Tal vez le resulte familiar, pues lo esbocé en Humano, demasiado humano. Este pensamiento será la fuerza rectora de mi siguiente libro, quizá de todos mis libros futuros. –Hablaba en voz baja, en tono solemne y majestuoso, como dando a entender que se trataba de la culminación de todo lo dicho hasta entonces. Los dos hombres siguieron caminando, cogidos del brazo. Breuer miraba hacia delante, esperando las palabras de Nietzsche-, Josef trate de aclarar su mente. ¡Imagine este experimento mental! ¿Y si un demonio le dijera que tiene que vivir de nuevo esta vida (la que vive ahora y la que ha vivido siempre) y, además, un número interminable de veces; y que no habrá nada nuevo en ella, sino que volverá a experimentar todos los dolores y alegrías y todas las cosas grandes y pequeñas, todo en la misma sucesión, en la misma secuencia, incluso este viento, y estos árboles, y este esquisto resbaladizo, incluso este cementerio y el espanto, incluso este dulce momento en que usted y yo, cogidos del brazo, murmuramos estas palabras? –Como Breuer permaneciera en silencio, Nietzsche prosiguió-. Imagine que el inmenso reloj de arena de la existencia da vueltas continuamente. Y los dos giramos cada vez como los granos de arena que somos.

Breuer hizo un esfuerzo por entenderle.

—¿Cómo es esta... esta fantasía?

—Es más que una fantasía –insistió Nietzsche-, es más aún que un experimento mental. ¡Escuche mis palabras! ¡Expulse todo lo demás! Piense en el infinito. Mire hacia atrás: imagínese mirando hacia atrás. El tiempo se extiende hacia atrás durante toda la eternidad. Y si el tiempo se extiende hacia atrás, ¿no es posible que lo que pueda pasar haya pasado ya? ¿No es posible que todo lo que ocurre ahora haya sucedido antes? Quienes recorren este sendero, ¿no pueden haberlo recorrido antes? Y si todo ha sucedido antes en el infinito del tiempo, ¿qué piensa usted entonces de este momento, de esta conversación bajo la bóveda de los árboles? ¿No puede esto haber sucedido antes? Y el tiempo que se extiende infinitamente hacia atrás, ¿acaso no puede también extenderse infinitamente hacia delante? ¿No podemos nosotros, en este momento, en todos los momentos, retornar eternamente?

Nietzsche guardó silencio con el fin de dar tiempo a Breuer para que asimilara su mensaje. Era mediodía, pero el cielo se había oscurecido. Y una nieve ligera empezaba a caer. El coche y Fishchmann surgieron ante sus ojos.

En el viaje de regreso a la clínica, los dos hombres reanudaron la charla. Nietzsche sostuvo que, aunque lo denominaba un experimento mental, su teoría del eterno retorno podía ser científicamente demostrada. Breuer se mostró escéptico con respecto a la prueba que aducía Nietzsche, que estaba basada en dos principios metafísicos: que el tiempo es infinito y que la fuerza (materia básica del universo) es finita. Dado un número finito de estados potenciales del mundo y una cantidad infinita de tiempo transcurrido, se deduce, según Nietzsche, que todos los estados posibles ya deben de haber ocurrido, y que el estado actual debe de ser una repetición. De igual manera, el estado que le dio origen y el que surge de éste, etc., etc., hacia atrás en el pasado y hacia delante en el futuro.

La perplejidad de Breuer aumentó.

—¿Quiere decir que por una simple ocurrencia del azar este momento preciso puede haber ocurrido antes?

—Piense en el tiempo que siempre ha sido, en el tiempo que se extiende hacia atrás hacia la eternidad. En este tiempo infinito, ¿no pueden haberse repetido un número infinito de veces las distintas combinaciones de todos los acontecimientos que constituyen el mundo?

(...) Esto es lo más importante que he de decirle: ¡deje que este pensamiento se apodere de usted y le prometo que le cambiará para siempre!

Breuer no se inmutó.

Fragmento del libro de IRVING D. YALOM.- “El día que Nietzsche lloró

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